viernes, 29 de noviembre de 2013

De la emigración a la inmigración. España.

En el siglo XX y con anterioridad del flujo migratorio de los años 60, Francia fue el único país europeo que atrajo al emigrante español. Entre los factores que explican la emigración hacia este país se encuentran la baja natalidad de Francia y como consecuencia, el déficit de población activa en los años inmediatos a las contiendas mundiales, que condujo a una política francesa de naturalización automática y procuró una asimilación rápida de la población extranjera. Antes de la Primera Guerra Mundial, los españoles representaban un poco más del 10% del millón de inmigrantes que tenía Francia.

El flujo migratorio español se incrementó debido al aumento de la demanda francesa de mano de obra a causa de la movilización y debido al excedente laboral español al dejarse sentir en España los efectos negativos de la guerra. En 1918, habitaban en Francia unos 350.000 españoles. En los años 30, el colectivo español era el tercero más importante, al que se sumaron los refugiados de la guerra civil del 36. Desde 1960 hasta 1973, una cifra de unos 750.000 españoles entraron en Francia, el cual seguía facilitando la inmigración con una política favorable al reagrupamiento familiar, a diferencia de que sucedía en Alemania Federal y Suiza, los otros dos principales polos de atracción de la inmigración española. En 1973, la gran crisis económica vigente provoca la salida masiva de los españoles de los países de acogida. Posteriormente, en la década de los 90, los retornos siguen en aumento, pasando de una media de 20.000 anuales a cerca de los 50.000, en 2001 se alcanza el número de 48.000 retornos con menos de 1.000 salidas. A pesar de ello, en 1999, 700.000 españoles residían fuera de su territorio, de los cuales 250.000 estaban en Francia, 130.000 en Alemania y 123.000 en Suiza.

Sin embargo, desde los años 80 el cambio generado por las transformaciones experimentadas por España ha dado como resultado 25 años después de la emigración masiva de España un neto flujo inmigratorio a España. Aspectos como la integración de España en la Comunidad Europea, el envejecimiento de la población, la construcción de un estado del bienestar, el déficit de población activa y la baja natalidad explican este giro. Así España ha pasado de 165.000 residentes extranjeros en 1975 a más de 4 millones en 2006. Se trata de una inmigración económica predominantemente africana e iberoamericana con creciente presencia de la procedente de Europa del Este, caracterizada por ser una mano de obra escasamente cualificada que resulta imprescindible para mantener los actuales niveles de producción y desarrollo del país.  
La concentración en determinados puntos ha suscitado xenofobia y rechazo por parte de una población local poco preparada para asumir el actual e irreversible tránsito a la multiculturalidad. El rechazo se concentra en mayor medida, aunque no es exclusivo, en el componente magrebí que representa la mayoría de la población inmigrante.


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